Ayer se cumplieron ochenta y siete años de la proclamación de la Segunda República española. Mucho se ha escrito desde entonces, y casi todo desde un punto de vista partidario, interesado. Lo que a continuación transcribiré también es fruto de la parcialidad. Agustín Gómez Arcos nació apenas dos años después de que Alfonso XIII tomase las de Villadiego y Alcalá Zamora se conviertiese en el jefe de Estado de la nueva legalidad. Nació en la miseria, pasó la guerra en el limbo en que viven los niños, los mentecatos y los muertos siempre prematuros, y sufrió la posguerra, con su sangrienta paz, su criminal escasez y su homicida desigualdad. Fue escritor y quiso serlo libre; fue hombre y quiso serlo hasta sus últimas consecuencias; fue un nombre, pero quiso que su deletreo no impidiera leer el mensaje de su obra. Vaya, pues, a modo de modestísimo homenaje trino, el siguiente fragmento de "Ana no", novela de 1977, pensada en el español de su exilio y escrita en el francés de la libertad:
"Pero la fe no basta. La fe es un vicio pernicioso que nunca se basa en hechos reales y concretos. Nuestra Segunda República, nuestra hermosa y libertaria República española, envuelta en su bandera roja, amarilla y morada, no era un hecho real y concreto aunque la apoyara la mayoría del pueblo. Era tan sólo un sueño de carne y hueso que, aunque brotó del entusiasmo, permaneció aletargado, soterrado en el inconsciente. Sueño que degeneró en sangrienta pesadilla de la que, quizás, todavía no nos hemos despertado".
(La traducción al español de "Ana non" la realizó Adoración Elvira Rodríguez en 2009 para la editorial Cabaret Voltaire.)
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