EL NIÑO Y LA PRECISIÓN LINGÜÍSTICA
Saltaba el niño; la sonrisa con que miraba parecía un muelle. El adulto, incapaz de entender lo que le pasaba, ensayaba palabras de mucha sustancia. Por fin, "¿qué te pasa, niño?", pregunta el inepto. "Estoy contento", reponde el alegre a la simple vista. No satisfecho con la contestación del niño, el enredador se aplicó a la búsqueda de términos que expresaran lo que ninguna duda ofrecía. "Claro, claro", se decía sin encontrar lo que buscaba, "no se puede contar con palabras".
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