dimarts, 29 d’agost del 2017
LAS BARBAS DEL MAESTRO (CREANDO AMBIENTE)
Sucede a veces que los epígonos llegan a superar a sus maestros o precursores de cualquier arte o pensamiento. Fue el caso, por ejemplo, de Thoreau con Emerson. (Huelga decir, no obstante, que cualquiera se conformaría con los méritos del desbancado, si es que alguien pierde posición alguna.) Tengo la suerte de conocer y contar con la amistad del, para mí, poeta más importante en lengua castellana, un hombre que siendo de allá no es de aquí, y siendo de aquí no es de allá, pero que de allá y de aquí no puede dejar de ser por más que se empeñen los delineadores de fronteras de entrambas orillas del Atlántico, y eso que no salimos del español. Antonio Tello, natural de la poesía, extranjero entre los hombres de allá y de aquí, pero anfitrión ante cualquiera en la gran mansión de las letras, acaba de legarnos su "Romance de Melisenda", una obra que se lee letra a letra, que se oye fonema a fonema, que se percibe con todos los sentidos. Un galgo castellano habrá de echarle a sus sentimientos quien la lea si quiere que no se le desmanden en la soledad de la lectura. Y quien así hiciere, sepa que el próximo año verá la luz "En la noche yerma", un largo poema en que Tello se sienta a horcajadas delante de T. S. Eliot para justar en buena lid con "La tierra baldía". Será un emocionante encuentro de justadores a los que les sienta mejor la unidad que la paridad. ¿Quién el epígono? ¿Quién... el otro? Cuando las barbas del maestro veas (cortar) asomar, pon las tuyas a (remojar) ondear.
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