divendres, 4 d’agost del 2017

PUÑAL ES, ENTONCES, LO QUE HIENDE

No es saber ni paciencia; no es poder ni presencia; no es brocado de la lengua ni sustancia de secreto alguno. Lo que nos ayuda a expresar lo que creemos que no entendemos es la certeza de que no estamos muertos, ni lo queremos, claro. Puñal es, entonces, lo que hiende esta carne nuestra de cuyos tejidos nadie hubiera apostado que pudiera salir lo que no se ve, lo que no se oye, lo que no se toca, lo que no se siente, pero está, informa, transforma.
"He aquí que me desnudo para habitar mi muerte. [...] "Aquí está todo, aquí. Y el corazón aprende/ -alegría y dolor- toda presencia;/ el corazón constante, equilibrado y bueno,/ se vacía y se llena.// Uno es el hombre que anda por la tierra/ y descubre la luz y dice: es buena;/ la realiza en los ojos, y la entrega/ a la rama del árbol, al río, a la ciudad,/ al sueño, a la esperanza y a la espera.// Uno es ese destino que penetra/ la piel de Dios a veces,/ y se confunde en todo y se dispersa.// Uno es el agua de la sed que tiene,/ el silencio que calla nuestra lengua,/ el pan, la sal, y la amorosa urgencia/ de aire movido en cada célula.// Uno es el hombre -lo han llamado hombre-/ que lo ve todo abierto, y calla, y entra."
[Fragmentos de "La Tovarich", poema de Jaime Sabines perteneciente al libro "Horal" (1950), poemario que encabeza la cita de Isaías, 29,8: 'Y será como el que tiene hambre y sueña, y parece que come; mas cuando despierta, su alma está vacía...')

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