LAS RAMBLAS
Ni son míticas ni legendarias: son de la gente y de la vida, del vivir suculento y del malvivir, de la marginalidad y de la exclusividad -esas soledades-, de la curiosidad de los ojos que no pueden dejar de sustraerse a su condición humana. Son una bendita puta mierda maravillosa sin la cual no es posible ver el Mediterráneo, tan lleno de orientes y europas en minúsculas, ni tampoco mirarnos hacia dentro y reconocer que la carne ni tiene dueño ni origen ni destino.
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