dijous, 5 de juliol del 2018

EL POLLO

Me cuenta una buena amiga que desde hace unas semanas en el lugar donde trabaja no paran de preguntarle si se va a cambiar de coche y en caso afirmativo por qué marca, modelo... Mi amiga regenta una bacaladería en un mercado municipal, donde dos o tres paradistas con más euros que lecturas se dedican a hacer ostentación de los cachivaches y abalorios de pobres hartos de comer que adquieren a diario a través de Internet. Alguna empresa de mensajería, visto el ritmo de compras de los consumistas empedernidos, está proyectando instalar en el mismo recinto una oficina que facilite los trámites a tan incontinentes clientes. El último de estos en intentar sembrar la envidia entre los compañeros de trabajo es un comerciante especializado en averío, quien le ha regalado a su muy querida esposa un turismo de mucho nombre y con los últimos adelantos que un vehículo de sus características puede ofrecer. Ni que decir tiene que los de gama superior ya solo están al alcance de los ricos de verdad. La mujer en cuestión, cuya estentórea voz sale de un cuerpo minúsculo y orondo que gira como un trompo cuando compra alguna cosa nueva, lleva casi una quincena invitando a cuantos clientes de categoría tienen la suerte de comprar sus productos y sobre todo dependientes del resto de paradas a subir al aparcamiento del mercado, sito en la tercera planta del edificio, a fin de enseñarles el pedazo de coche que su "cacho" le ha comprado. Tanto inquieren a mi amiga, que ha pensado en dar el gusto a la pequeña y curiosa sociedad: ha tomado la determinación de que se hará con un modelo de coche nunca visto, incluso aunque a ella no le guste. Mientras decide cuál, planea con fruición organizar visitas guiadas hasta las mismas puertas del elegido. Incluso ha pensado que, dada la cantidad de incautos que se apuntan a estas excursiones rápidas, quizá deba cobrar la entrada, lo que aliviaría el esfuerzo económico que está dispuesta a realizar. El pollo está servido, pero no dudo de que mi buena amiga tendrá éxito en su empresa, pues nada hay más gratificante como poseer en bolsillo ajeno lo que a nosotros nos cuesta apenas un sueño o ver unos anuncios de televisión.

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