dijous, 12 de juliol del 2018
PERIODISMO O LO QUE SEA
Leo con avidez en el rotativo estatal de más tirada un artículo sobre un escritor español exiliado en Francia a finales de los años sesenta del pasado siglo y de cuyo fallecimiento se acaban de cumplir veinte años. Poeta, dramaturgo y novelista, la obra del autor andaluz de nacimiento y parisino de adopción es muy poco conocida en España, algo, por otro lado, habitual por estos lares. Quien firma el texto periodístico (hago gracia de clarificar si es hombre o mujer, pues es lo de menos en este asunto), menciona varios de los títulos del autor, pero se centra especialmente en una novela que, por cierto, bien pudiera haberse escrito hoy (para no dar pistas, tampoco revelaré de qué libro se trata, pues tampoco condiciona el sentido de lo que diré). Da a conocer someramente el argumento de la pieza, pero lo hace con tan poco cuidado que yerra en un asunto principal. El error bien lo podría haber esquivado solo con leer la solapa de la obra, donde se da cuenta de la trama. Pero no, quien firma el artículo ¿periodístico? olvida observar el principio fundamental del periodismo: contrastar la información que se maneja. La letra de quien firma ese texto errático se endereza a lograr la admiración de quien leyere, cosa que consigue a condición de que éste desconozca el pormenor de los libros. Lo que relato para este acaso no es, lamentablemente, una excepción, sino la regla. En España (ignoro de primera mano si en otros lugares sucede lo mismo o parecido), el periodismo adolece, en demasiados practicantes, de calidad no menos que de rigor, de profesionalidad. Lo de la posverdad, ciertamente, podría ser una invención de los plumillas españoles; pero no por su inteligencia, no, sino por descuido, algo parecido a lo que ha ocurrido con ciertos descubrimientos científicos.
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