LA ESPINA DE SPINOZA
Supongamos que me encuentro en la calle con Spinoza (Baruch, el incómodo judío). Imaginemos que le pido que me hable de la historia de las siete Provincias Unidas, pero también de la ética, y él me responde teniendo en cuenta las leyes y reglas de la Naturaleza... Pero no, no puedo imaginar tanto sin poner en peligro el tiempo presente. Los siglos se han trastocado; las letras y el pensamiento se han rendido a la indudable estulticia universal de que nunca habló el amsterdamés.
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