Siente miedo el hombre de sí mismo y lo manifiesta con decidida inquina. Su historia, la historia de su angustia genocida o universal suicidio, es una repetición de cambiante puesta en escena. Caretas y pieles no logran ocultar el delator fondo, revelar el torcimiento de ese nudo fatal que segmenta su crecimiento. En cuanto a florecer se apresta este fallido árbol de humanidad, en raíz anhelante se encuentra con la tierra en los ojos: el alimento abajo; la aspiración arriba. Así, ya Tucídides, cuyos ojos de historiador debieron de padecer tanto como la memoria que ayudó a crear, iniciaba la relación de su "Historia de la Guerra del Peloponeso" con fundamentado escepticismo. Tanto hastío llegaría a acumular, que de su nombre hizo personaje y lo zambulló en el río imparable de los acontecimientos que a relatar se dispuso:
"I.- Tucídides el ateniense compuso la historia de la guerra de los peloponesios y los atenienses, tal como la llevaron a cabo unos contra otros, empezándola nada más estallar y en la confianza de que sería importante y la mayor de las habidas, deduciéndolo del hecho de que ambos iban a ella en la plenitud de sus fuerzas con un equipamiento completo y por ver que el resto del mundo griego se iba alineando con uno u otro bando, unos de modo inmediato, otros abrigando esa intención."
("Historia de la Guerra del Peloponeso", obra de Tucídides traducida y editada por Francisco Romero Cruz para Cátedra en 1988.)
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada