divendres, 17 de juny del 2016

DEL ÁRBOL DE LA CIENCIA, TODAVÍA

"Vuestro miedo de la muerte el miedo mismo extingue./ ¿Por qué prohibido, pues, sino por asustar?/ ¿Por qué, sino por manteneros bajos e ignorantes,/ Sus devotos?, porque sabe que en el día/ Que comáis de él, vuestros ojos, que parecen claros/ Mas son turbios, se abrirán entonces,/ Claros por completo, y seréis cual Dioses,/ Del Bien y Mal conocedores como ellos./ Que seáis vosotros Dioses, si hombre yo, / Hombre interno, expresa proporción:/ De bruto yo a humano; de humanos, Dioses./ Así, quizá muráis después de todo, desnudándoos/ Del hombre por vestir al Dios: deseable muerte,/ Aunque usada por coacción, no trayendo fin peor./ ¿Y qué son los Dioses, que no pueda ser el hombre/ Igual, si participa de divinos alimentos?/[...] ¿quién guardó/ En este Árbol el Saber del Bien y del Mal,/ Que así quien come de él, de súbito consigue/ Conocer sin su permiso? ¿Y dónde está/ La ofensa, en que el hombre sepa?"
(Fragmento del Libro IX de "Paraíso perdido", de John Milton, según la traducción de Bel Atreides, Círculo de Lectores, 2005.)

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