divendres, 22 de juny del 2018
EL COCHE Y LOS HIJOS
Muy preocupada anda una conocida mía a causa del coche que acaba de comprarse. Sabedora de lo que son capaces de hacer nuestros conciudadanos con las propiedades ajenas, teme que el flamante vehículo sufra sus negligencias y malos usos. Aunque dispone de un aparcamiento privado a escasos metros de su domicilio, durante el día deja el turismo en la calle a fin de evitarse las maniobras a que le obliga el estacionamiento, operación con la que pierde un tiempo que ha de restar a la permanente inspección a que nos somete desde el atalaya de su balcón. Tiene localizado frente a su casa un emplazamiento idóneo para ver en todo momento el vehículo sin necesidad de moverse. Se fija en quién ocupa la deseada plaza, y de inmediato sigue al conductor a fin de rogarle que cuando la vaya a dejar libre le pique al timbre de su casa. "El coche es nuevo, ¿sabe?, y lo puedo vigilar mejor", añade con cara de controlada angustia y pena canalizada por unas evidentes dotes dramáticas. Quienes algo de ella conocemos, no podemos dejar de pensar en los dos hijos adolescentes que hacen las delicias nocturnas de la vecindad cuando los padres se ausentan. La policía local tiene incluida la visita a los jóvenes en sus recorridos habituales. Hasta el momento, nadie se ha atrevido a decirle que, si no la de engendrar unos nuevos hijos, ella y su esposo podrían acometer la amorosa empresa de educarlos de forma más adecuada, o sea, con amor paternal, que no debe confundirse con la aquiescencia incondicional a las andanzas de los educandos. Parece poco probable que la obra de humanidad se produzca, por lo que es de esperar que en un futuro no lejano sea posible adquirir hijos "nuevos", como los coches, que de forma automática reflejen todas las excelencias del ingenio de los hombres, contando, por supuesto, con las virtudes troncales que nos distinguen de los idos, de algunos animales y de las cosas.
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