divendres, 1 de juny del 2018

LA PINTURA, LOS AFEITES

Nos relacionamos guiados por un instinto que a poco de satisfecho defrauda o desautoriza la razón. Tan pronto hemos subido a las cimas del capricho, nos despeñamos largamente a la sazón sin causa aparente. Sin embargo, y puesto que el orgullo lastrador de la ignorancia es más poderoso que el afán de conocimiento, una justificación viene en nuestro auxilio para obrar y navegar sin rumbo pero con un gobernalle fijo y amarra al noray tendida. No hay, pues, salida a mar abierto. Nos damos a conocer, prejuzgamos y sentenciamos antes de acometer la tarea de navegar esas aguas de enfrente. De igual modo sucede cuando a distancia vemos un cuadro impresionista. La hermosura o la fealdad del mismo no resultan hasta que la engañosa unidad cromática queda desmentida en la distancia corta. Es la vida así. Necesario es que busquemos el contento o la fortuna en lo imperfecto, que hará de lo acertado y aparente un bienquisto suceso, la mejor de las suertes para quienes, hijos de la inacabada experiencia, siempre pueden disponer de un nuevo intento de reconocimiento en lo contrario, que es lo mismo, que es lo propio, que es lo que la natural mente nos esconde con pinturas y afeites a diario.

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