dimecres, 6 de juny del 2018

EL EJEMPLO DE LONDRES

Una conocida me abordó ayer en medio de la plaza mayor del pueblo, una circunferencia en cuyo centro se levanta un reloj de sol que un escultor ideó, y cobró posteriormente, como escultura ultramoderna. Tras un breve saludo, me informó de su reciente viaje a Londres, cuyas excelencias cantó con pormenor y rendida admiración. Que es una ciudad rica en todo, llena de teatros, de edificios de una arquitectura majestuosa; que la limpieza de las calles no tiene parangón, que solamente vio dos perros; que el metro es cómodo, eficaz y que nadie accede sin pagar, so pena de sanción económica de ejecución inmediata; que en el aeropuerto donde aterrizaron -Heathrow- las medidas de seguridad eran estrictas y que incluso uno de sus acompañantes sufrió una inspección extra porque el negligente no mostró el ordenador que llevaba en la mochila; que, pese a la incomodidad de la espera, la sensación de seguridad era tal que superaba la percepción de ser vigilados de forma permanente, "porque si así no pasan los moros malos..." El hartazgo de Londres me llegó, si no al alma, al tuétano de la paciencia, de modo que, saeta horaria del reloj sobre el que monologaba incansable el minutero, la conocida habladora, di inmediatamente la hora de mi tocata y fuga a fin de parar aquella sangría de dictámenes anglófilos y exaltaciones bárbaras. Eso sí, en cuanto pude rematar, espeté: "espero que los hijos de la pérfida Albión se comporten en el futuro aquí como allí, porque al parecer las dificultades para entrar en la Gran Bretaña no se corresponden con las facilidades para salir de ella en tropel a desquitarse de los sinsabores que la rigidez de las formalidades inoculan y librarse de los ceñimientos y ataduras de la etiqueta y las etiquetas en la aisladísima Europa". Mi conocida no entendió la higa ni a mí me importó lo más mínimo, pues pretendía aliviarme más que molestarla. Le dije adiós sin emoción alguna ni tendí al viento el pañuelo de papel que, arrugado, guardaba en el bolsillo del pantalón. Mi viaje a Londres había terminado. Era libre, por fin.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada