dilluns, 25 de juny del 2018

LA SALMODIA DEL INGLÉS

Un inglés de altos vuelos he conocido en el corazón de la verbena de San Juan. Las luces de la cohetería, el fuego vero que se llevaba la madera, tras la fatuidad de la danza, al infierno de las ascuas; la música, el murmullo de las voces cuya intensidad crecía a la par que la noche; la sobriedad en caída suave, la sensatez desnuda entregada a la voluptuosidad del alcohol... Entraba la madrugada cuando perdí de vista al inglés de altos vuelos. Sabía que había pilotado aviones, pero que era también científico e hijo de artista o medio artista. Sabía que le había dado la vuelta al mundo no sé cuántas veces y que, como hombre viajado, conocía a sus semejantes mejor que yo. Sabía que era inglés, espíritu libre y ecuánime. Sin embargo, cuando la madrugada se asentó entre nosotros, el inglés de altos vuelos dejó de volar con un rumbo aceptable o cierto e inició unas maniobras de aterrizaje forzoso en cuanto encontró el escollo de la conversación diversa, dialéctica, de contrastes. El inglés de altos vuelos, que no había conocido dictadura militar alguna en su vida de inglés de altos vuelos, ni en la de inglés de buena cuna a ras de tierra o sobre los caminos de la libertad de que siempre han disfrutado los súbditos de sus sucesivas majestades en la británicas islas, opinaba que el nacionalismo es una invención de las minorías que no se dejan avasallar por las mayorías magnánimas que siempre velan por el bien de los descarriados. De momento, diré que el inglés de altos vuelos tenía mucho interés en dejar claro que no es lo mismo un inglés, así, inglés a secas, que un escocés ni mucho menos un galés -dónde va a parar. ¡Dios salve a la reina, inglés de Inglaterra que vives lejos de la libérrima y ubérrima patria! Dios salve a la reina y os libre de cualquier Ricardo III de altos vuelos y sin caballo que ponerse entre las piernas.

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