dijous, 16 d’agost del 2018
EL HOMBRE DEL TIEMPO
Durante el sueño, he tenido que salir al paso de las imprecaciones de un hombre inteligente que había enloquecido sin darse cuenta y con la percepción de que la insania se había propagado entre sus desavisados semejantes. No he podido persuadirle de que, a pesar de la enorme fuerza que ejercen los poderes fácticos, los ciudadanos no son todos unos seres desvalidos e inermes carentes de voluntad y opinión a los que se maneja como a los títeres. El hombre inteligente y disgustado echaba mano de un argumentario impropio de un hombre de su talante, además de reiterativo y anclado en un pasado que, afortunadamente, no volverá. En tales trances suelo preguntarme qué mueve a un hombre inteligente a querer seguir entre los incautos, pues ni es su gusto convivir con ellos, ni aprecia, sino con disgusto, su torpe conducirse. Se trata, en definitiva, de la consideración del prójimo como público: "si me lisonjea y obedece, bueno es; si me ignora adrede o me desconoce, al paredón del propio parecer lo llevo". Corifeo de coreutas disciplinados, protagoniza una tragedia en que el muerto es él, pero antes de lo deseado. No es un hombre de su tiempo, sino del tiempo. Cuando vuelva a soñar... ¿Quién? Cuando en un sueño nos volvamos a encontrar, me presentaré como su más sumiso... criticador.
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