dissabte, 18 d’agost del 2018
SENCILLA Y LIBRE
Ríe mi madre cuando le cuento el cuento de los cuentos chinos de la sabiduría. Se arrellana en las arrugas que se le desbordan como olas de carne anunciadoras de un mar profundo y temible cuyo fondo ya intuye. Incluso puedo deducir que se esponja cuando se libera de la responsabilidad de la muerte, porque afecta solemnidad y mientras se señala la piel silabea: "¿es-to-qué-es?" Nada sé decirle, sino que el miedo hace ladrar a los perros y hablar a los hombres, que hasta se atreven a escribir y dejar mayor constancia de su ignorancia. Ella mira ahora indiferente las pilas de libros que flanquean mi portátil y añade: "¡ay, hijo, ay!", antes de volver a dormitar. Solo me quedo en su compañía, pero atento a la duermevela reveladora y rebelde a su manera.
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