"La Muerte cabalgaba por Granada a lomos de una infamia desbocada que se alimentaba del terror./ La derecha turbia y vesánica que tenía por suya la ciudad del darro estaba violentando cuerpos y conciencias con la misma saña que las tropas castellanas de la reina Isabel, la Católica, habían arrasado siglos antes la pacífica vida que los musulmanes establecieron en esas tierras permitiendo la coexistencia religiosa y el comercio. La furia castellana renacía ahora bajo los uniformes fascistas y esta vez, también bajo del signo de la cruz y de la espada, arrasaban todo aquello que ponía en peligro un orden de cosas que ellos creían inmutable. Musulmanes entonces, trabajadores y demócratas ahora, eran perseguidos hasta el exterminio por aquellos que solo comprendían una España: la suya, la de aquellos que todo lo tienen y todo lo exigen por derecho de casta y cuna./ Desde el 18 de julio una parte de España se había echado a la calle para quedarse con toda ella. Ellos eran España, y los que no cabían en su ideario eran los enemigos, la Antiespaña. Y al igual que cuando la Edad Media daba sus últimas bocanadas Castilla se creyó España e impuso sus armas y sus leyes sobre catalanes, aragoneses, valencianos, moros y judíos, ahora la siniestra alianza de la Cruz y de la Espada repetía su aventura para quedarse con lo que era de todos. La Muerte, su procedimiento; la Violencia, su estrategia; el Silencio, su deseo; el Terror, su principal aliado; como tantas otras veces en la historia de España."
(Fragmento del capítulo 74 de la novela "Granada. 1936" que el arquitecto madrileño Manuel Ayllón publicó hace tres años y que ya está descatalogada: ¿por qué?)
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