LA HORA DE LA VERDAD
Adiós a los títulos de pleitesía: digo y Diego se confunden o recuperan su significado. La costumbre se disfraza de querencia. El ruido se acaba, el silencio impera y ordena. Césares y dioses reciben lo suyo; solo el que levantaba los días sin obediencia alguna se ha quedado encarnando la nada.
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