dimecres, 22 d’agost del 2018

EL PALO Y LA VELA

Cuando era niño, algunos de mis mayores solían repetir que "con la capa de los gitanos se tapan los castellanos". No sabía lo que quería decir, de modo que apenas lo oía dejaba de pensar en esas cosas tan raras que dicen los padres, los tíos, los vecinos. Hoy sí sé cuál es la enseñanza que encierra el dicho. Lamentablemente, los tiempos no han cambiado para mejor: la mierda sigue siendo mierda, pero ahora se dispensa mezclada con la comida o como relleno de los brillantes objetos con que nos dirige el capitalismo. Sí, nuestras dobleces, debilidades y torpezas, además de maldades y ruindades de toda laya, se las atribuimos a quienes desde siempre han arrostrado una fama negativa y generalmente inmerecida. Los gitanos siempre fueron mal vistos en la sociedad de los descendientes de Pelayo, en el mundo de los 'payos'. Puesto que los falsos 'egiptanos' representaban una organización social paralela a la castellana, que era la única reconocida como proba y admisible; dado que no atendían a las costumbres ni a las leyes ordinarias, sino a las de su sangre; pues su piel era más oscura que la de los nativos y la lengua en que hablaban pasaba por jerigonza, incluso por imposible germanía, a la luz de la falta de correspondencia; no pudiendo deducir de ellos rendimiento económico alguno; careciendo de valedores que los amparasen de tropelías y arbitrarias imputaciones, fueron enviados a la marginalidad y convertidos en la gran lavadora de la suciedad oficial. ¿Quiénes podían practicar el crimen, pervertir el buen orden, las costumbres sanas, la moral recta, sino los gitanos y solo ellos? Pues bien, hoy la práctica de la calumnia es habitual entre nosotros. Partidos, los llamados "colectivos", grupos de presión, de opinión, de formación, gremios, afines por cualquier situación, condición u orientación ideológica, sexual, individuos presas de insanias propias o inducidas constituyen un totum revolutum del que solo es posible salir entrando en el interior de cada cual y suspendiéndose en el silencio primordial de que está conformada nuestra naturaleza. El palo y la vela andan buscando sentido: el fuego no tiene quien lo entienda y no sabe si prender en la peana o en el pabilo para la ofrenda.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada