diumenge, 19 d’agost del 2018
INTERIORIDADES PARALELAS
Regresaba a toda prisa de mí mismo cuando "¡oh, qué asco!" oigo exclamarse a un hombre frente al escaparate de una carnicería. La curiosidad, que todo lo puede, me aparta del camino que rectamente llevaba de vuelta a mi ser y me asomo al aparador. Entre las piezas de carne de ternera y cordero, entre los pollos desplumados y los conejos desollados, una enorme cabeza de cerdo parece escrutar la calle, el paso de los viandantes, su animal albedrío. Le pregunto al tipo si no había visto nunca una cabeza en esas condiciones. La mira de hito en hito, razón por la cual no puedo verle la cara directamente, pero sí a través de la cristalera. Pasan unos segundos, me ignora, o eso creo. Un "¡bah!" está a punto de llegarme a la boca abierta en el momento en que responde que las enormes orejas del porcino son las que él había soñado para sí como quien piensa en un diseño original de pabellón auditivo. "Ah, oír, oír", casi le canto a sus pequeños oídos. En jornada comicial como la de hoy, le busco los ojos de nuevo y con una media sonrisa le insto: "¡vamos, vamos, la patria espera!" No me oye, o lo afecta, así que vuelvo, pero en francés: "¡allons-y!" El quídam insiste: "¡oh, qué asco, qué asco!"
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