¿EN LA INTEMPERIE?
Le oía fantasear, ensoberbecerse con sus invenciones. Hasta ese lugar que levantaba con sus palabras no era difícil llegar, solo había que esperar a que el final de las historias recaudase su pequeño triunfo, su aplauso asordinado, lúgubre, incluso. Le oía, pero también le escuchaba: le amaba incondicionalmente. Después, el mundo se aderezaba con esto y aquello, incluso con lo que él al aire lanzaba como quien invoca a los muertos de una guerra solo personal.
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