dijous, 16 d’agost del 2018
EL PRODIGIO DE INDALECIO MARÍA
Parece que Indalecio María, después de leer algunos libros de Jung, cuya obra ahora prefiere a la de Pávlov, ha decidido hacerse con las riendas de la cordura en la casa de su ama.Hace varios días que su conducta no obedece a los patrones esperados por todos. Aunque ahora parece servicial, en realidad Indalecio María ha decidido dejar de martirizar a la comunidad con sus ladridos groseros cada vez que su dueña se va a comprar al súper de la esquina, ése que ha acabado con el pequeño comercio del pueblo. El junguiano calla ladinamente para que Laurita, la propietaria de sus huesos, no le oiga desde la gran superficie. La ausencia de ruido nos tiene desconcertados a los vecinos, que no sabemos a quién increpar ni con quién desfogar nuestras frustraciones. Hay silencios de doble filo, como el de Indalecio María. ¿Pero por qué digo que el perro ha dado el paso a un estado superior del cánido a través de la sensatez? El superperro, que a escondidas había leído el Zaratustra, de Nietzsche, creyó que en su animal e irracional caso, la metamorfosis sería un prodigio que, lejos de alimentar su soberbia, ayudaría a la discapacitada de su compañera y directora de piso a resolver sus problemas de afectividad capitalista, si es que eso existe. Así, el sentido de la propiedad le desaparecería como por ensalmo y de la liberación se derivaría una generosa distribución de los bienes y la instauración de una bonhomía inaudita hasta entonces. No sabemos si lo de Indalecio María durará o será flor de un día. Pero mientras tanto, damos albricias por el nacimiento de la filosofía, que, si no se transforma en tragedia, esperamos que nos divierta como una comedia.
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